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28 febrero 2013 4 28 /02 /febrero /2013 23:28

Esta mañana he ido a mi antiguo instituto, a mi lugar de siempre, en el que he pasado 6 años de mi vida. Si os digo la verdad, iba con un poco (mucho) miedo. Tenía miedo a entrar allí y ver que todo había cambiado en los 3 años que no lo pisaba, tenía miedo a que los pocos profesores que me dieron clase que aún estaban allí no me recordaran, tenía miedo a que se hubieran olvidado de mí. Finalmente crucé la puerta, subí las escaleras bajo la atenta mirada de los alumnos que disfrutaban de su tiempo de recreo y entré.

La estructura (evidentemente) seguía igual. Allí seguían colgados los mismos carteles que me vieron marchar. Allí seguían las encargadas de conserjería. Primer paso. Me acerqué a ellas y no tardaron ni 2 segundos en reconocerme. Era normal, también son del pueblo y aquí nos conocemos todos. Finalmente me encontré con mi profesor de química, de historia, de inglés y hasta los suplentes, que no me habían dado clase. Era increíble cómo, después de 3 años, seguían recordando mi nombre, mis peripecias junto con el resto de mis compañeros (sí, la boda). La vida me va bien y lo he compartido con ellos (adornando un poco, lo típico en estos casos), e incluso me ha salido alguna oferta laboral divulgativa que no pienso rechazar. Seré profeta en mi tierra (siempre quise decir esta frase).

Pero si tengo que recalcar algo del encuentro con mi pasado ha sido reencontrarme con mi profesora de Biología. No porque esté estudiando Biología, si no porque es la única, de todos los profesores que he mencionado antes, que me ha dado clase los 6 años que cursé en ese instituto. Ha sido la que me vió llegar, siendo yo un piojo con coletas, con 12 años, y ha sido la que me vió irme, como un piojo sin coletas y con Selectividad superada, con 17 años. Cuando me ha visto me ha dado un abrazo enorme y largo, que me ha dejado impresionada (a mí y al resto de los presentes allí, es decir, toda una clase).

La vida pasa, y nos hacemos viejos. Quién me iba a decir a mí que, tras 2 horas dando vueltas por esas paredes llenas de recuerdos, 5 chavales (a los que he visto nacer y babear) me preguntaran si era la nueva profesora. Es curioso pensar que dentro de dos días, que vuelva a la Facultad del puente, me miraran como a una más, o me preguntarán que si estoy en primero de carrera. Es curioso, digo, el tema de la perceptiva.

Pero el tiempo apremiaba y mi propio instituto me instaba a irme. Por lo que cogí mi título de bachillerato y me fuí pitando de allí. Volveré.

Creo que sigo siendo la misma niña con coletas.

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