Las gotas de agua caían incesante sobre su pelo, que caía sobre sus hombros. De fondo se intuía su música, probablemente algo de The Beatles. Oh, le encantaban The Beatles. Pero no los escuchaba a diario, los reservaba para los momentos de absoluta y máxima relajación. Como aquel momento. El baño estaba iluminado por la tenue luz de 3 velas, que impregnaban el ambiente con un delicioso olor a mango. Todo era perfecto. O lo hubiera sido su hubiera estado él, a su lado. Ojalá hubiera podido sentir su mirada a la breve luz de las velas. 

Había sido una semana dura. Intensa y agobiante. Había llegado el día de la relajación, y tras un día tan intenso como los demás ahí estaba, dándose una simple ducha. A la luz de las velas y con The Beatles de fondo. Puso la cabeza debajo del chorro de agua. Le encantaban los momentos en los que su única preocupación era respirar. Que no se le arrugaran los dedos. Aunque, si os digo la verdad, eso tampoco le importaba demasiado. 

Salió de la ducha y se sentó a secarse. Lenta pero continuamente. Le dió tiempo a su piel para hidratarse con aquella sensación de tranquilidad. Ni siquiera usó el espejo.

Era un Domingo, un Domingo cualquiera.